¿Por qué me gusta Factor X?...
Si ultimamente ya no soporto casi nada de la televisión...
Pues porque han sabido conjugar perfectamente el grado de concurso-reality y el grado más cómico-culebronero para dar con un producto muy digerible por todo tipo de públicos.
Factor X combina con mayor o menor suerte un puñado de buenas ideas sacadas de aquí y de allí. Desde el primer momento, el formato pretende entretener y divertir sin más miramientos, aunque cuatroº, dadas las buenísimas audiencias del programa está comenzando a desviarlo hacia el reality más absurdo, un gran fallo.
Factor X es auténtico, refleja a la gente de la calle, Factor X mola porque no hay poses, no hay maniquíes, no hay falsas sonrisas (aunque haya alguna falsa lágrima). Al menos no como estamos acostumbrados a verlos. Factor X mola porque hay gente fea, vieja, gorda, arrugada, humilde, cateta, de la calle, gente que de verdad se desvive por dar tres gorgoritos mal dados en un escenario y no gente que lo único que quiere es salir por la tele a enseñar palmito.
Mola porque el jurado va a saco. Porque si tienen que decir algo malo lo dicen y no lo maquillan, y mola porque realmente el concurso no tiene nada que ver con los concursantes, el concurso lo libran los tres miembros del jurado que cada semana tienen que demostrar que saben preparar a un grupo de personas para subirse a un escenario. Y si tienen que tirarse de los pelos o insultarse, lo harán con mucho gusto.
Del mismo modo, los momentos impostados de reality que, como ya he explicado, no existían en la 'versión original' del programa son tan forzados, incómodos y sacados de contexto que bordean con suma pericia el límite de lo ético sin llegar a ofender, pero no se calculan bien y dejan lagunas de ritmo en el programa en las que te encuentras a Nuria Roca con cara de circunstancia (como siempre) y un concursante con mirada impasible y gesto seco y rígido, en silencio y a la espera de que una luz extrasensorial les guie hacia dónde deben encaminar toda esa farsa para que quede lo menos mal posible. Menos mal que el dios pinganillo hace años que se apareció a las televisiones privadas.
Petardeo, bordería, horterismo, desafine y unas bailarinas que dan yuyu. Esa es la esencia de Factor X. Y por eso, MOLA.
Pues porque han sabido conjugar perfectamente el grado de concurso-reality y el grado más cómico-culebronero para dar con un producto muy digerible por todo tipo de públicos.
Factor X combina con mayor o menor suerte un puñado de buenas ideas sacadas de aquí y de allí. Desde el primer momento, el formato pretende entretener y divertir sin más miramientos, aunque cuatroº, dadas las buenísimas audiencias del programa está comenzando a desviarlo hacia el reality más absurdo, un gran fallo.
Factor X es auténtico, refleja a la gente de la calle, Factor X mola porque no hay poses, no hay maniquíes, no hay falsas sonrisas (aunque haya alguna falsa lágrima). Al menos no como estamos acostumbrados a verlos. Factor X mola porque hay gente fea, vieja, gorda, arrugada, humilde, cateta, de la calle, gente que de verdad se desvive por dar tres gorgoritos mal dados en un escenario y no gente que lo único que quiere es salir por la tele a enseñar palmito.
Mola porque el jurado va a saco. Porque si tienen que decir algo malo lo dicen y no lo maquillan, y mola porque realmente el concurso no tiene nada que ver con los concursantes, el concurso lo libran los tres miembros del jurado que cada semana tienen que demostrar que saben preparar a un grupo de personas para subirse a un escenario. Y si tienen que tirarse de los pelos o insultarse, lo harán con mucho gusto.
Del mismo modo, los momentos impostados de reality que, como ya he explicado, no existían en la 'versión original' del programa son tan forzados, incómodos y sacados de contexto que bordean con suma pericia el límite de lo ético sin llegar a ofender, pero no se calculan bien y dejan lagunas de ritmo en el programa en las que te encuentras a Nuria Roca con cara de circunstancia (como siempre) y un concursante con mirada impasible y gesto seco y rígido, en silencio y a la espera de que una luz extrasensorial les guie hacia dónde deben encaminar toda esa farsa para que quede lo menos mal posible. Menos mal que el dios pinganillo hace años que se apareció a las televisiones privadas.
Petardeo, bordería, horterismo, desafine y unas bailarinas que dan yuyu. Esa es la esencia de Factor X. Y por eso, MOLA.
Etiquetas: televisión