jueves, julio 10, 2008

De cómo viví en Barcelona y no lo conté...

Pues así ha sido.

Como me ha pasado durante el curso, ha tenido que ser a la vuelta a casa cuando me he sentado a escribir, sin ninguna pretensión más que recordarlo en un futuro, lo bien que me lo paso, lo mucho que he disfrutado y las ganas que tengo de volver. Barcelona. Si la ciudad es grande, describirlo lo es aún más, y definirla en un post de blog se acerca peligrosamente a la imposibilidad, pero haré un esfuerzo sobrehumano.

No sé por donde empezar... quizá por escribir que tengo ganas de volver, que siempre es buena señal. Mi vida allí ha sido bastante farragosa, he pasado de vivir en una ciudad sureña estudiando una carrera (con todo lo que ello conlleva) a vivir en una ciudad de latitud más norteña en la que he trabajado y estudiado todos los días del curso, como todo hijo de vecino, apechugando con según que inclemencias. Y eso cansa. Cansa como contraste, cansa como tarea, y al final, acaba estresando. Esa es la parte mala, el estrés que he traido de la gran ciudad, un estrés autoinfligido pues nada de lo que tenía que hacer era por obligación, más bien por devoción.

Como ya dije estaba estudiando un máster allí. La Universitat Ramón Llull tuvo a bien ofertar un Máster Oficial en Ficción que se prometía altamente interesante y que finalmente no consiguió llenar las expectativas prefijadas, pero que poco a poco fue llenando otras de las que estoy más que satisfecho. De las clases, más que el conocimiento teórico, que es mucho, me llevo amigos. Entre profesores y alumnos. Amigos que hemos estado compartiendo días buenos, malos, peores y mejores, amigos que en definitiva han servido para sobrellevar el día a día de una gran ciudad de ritmo frenético que no da lugar a torpezas. Todo tiene su ritmo, su tempo, y es mejor marcarlo todos a la vez.

En el campo laboral tampoco ha ido mal del todo. El unico fallo ha sido la única virtud: trabajar. El fallo fue que trabajé desde el día 1 de estar en Barcelona. El acierto fue que cobré (poca) pasta desde el día 1 de estar en Barcelona. Como ya comenté en otro post, mi primer trabajo consistió en redactar el blog MundoCine.com, un blog de cine con una audiencia discretita pero que poco a poco fue ganando su pequeño grupo de adeptos y alcanzó su cúspide de audiencia con mi incendiaria crítica de Ángeles S.A. (la película de María Isabel ¬¬). La cúspide intelectualoide creo que la conseguí con Pozos de Ambición, pero tampoco estoy muy seguro, eh. Otras satisfacciones que me proporcionó el curre fueron numerosísimas asistencias a pases de prensa y otras chucherías en forma de merchandising, DVDs y contactos en la industria.

El segundo trabajo al que me incorporé en Abril fue como Analista de Contenidos en Filmax. Sí, los de 'Filmax presenta'. A pesar de lamentar en cierto grado mi marcha del trabajo anterior, los dos meses y poco que he estado en Filmax me han llenado tanto como el resto. Ha sido la primera vez que me he sentido trabajador de lo que me gusta. Leyendo guiones, redactando informes de lectura, de reescritura, haciendo fotocopias y encuadernaciones (no olvidemos que estuve de becario, claro), colaborando en reescrituras y en definitiva, elaborando un trabajo creativo del que me siento bastante orgulloso. De estos dos lugares no creáis que me voy de vacío (más allá de la superficialidad de los regalitos), también me llevo a mucha gente, amigos, compañeros, y en definitiva grandes profesionales y grandes personas.

La fiesta merece un párrafo aparte... o más bien un post... o incluso un blog. La fiesta en Barcelona no tiene fin. Es así. Puede sonar impactante, pero la oferta de cultura y cultura de club es tan sumamente extensa que, aunque no lo he comprobado, daría mi mano derecha por afirmar que puedes pasarte más de 48 horas de garito en garito y no perder el ritmo ni un ápice. Desde la magnánima Razzmatazz hasta la más humilde (pero no menos arrebatadora) Sala Apolo, he pasado por todos los garitos de todos los tipos de toda Barcelona (nótese la hipérbole), y aún me he quedado sin visitar otros muchos que tienen una altísima oferta que ofrecer.

En definitiva, y porque no quiero extenderme más, Barcelona ha sido un punto de inflexión. Personal, profesional, laboral, académico y de muchos tipos. Un punto de inflexión menor que el que esperaba tener, pero igualmente efectivo, que me ha hecho darme cuenta de muchas cosas, buenas y malas, y que espero que me sirva, como mínimo, para aplicarlas en un futuro espero que no muy lejano.

El futuro... el futuro aún es incierto.

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